
A menos de dos años de haber asumido el poder, el presidente Javier Milei enfrenta un escenario político complejo y cargado de desafíos en la antesala de las elecciones del 26 de octubre, en las que se renovarán cargos legislativos clave y se pondrá a prueba el respaldo popular a su proyecto de gobierno.
Desde su llegada a la Casa Rosada en diciembre de 2023, Milei ha impulsado un ambicioso programa de reformas económicas y políticas bajo la bandera del “liberalismo libertario”, buscando reducir el tamaño del Estado, equilibrar las cuentas públicas y abrir la economía. Si bien ha logrado imponer parte de su agenda a través de decretos y alianzas parlamentarias puntuales, el camino no ha sido fácil.
Uno de los principales desafíos de Milei es sostener la estabilidad económica alcanzada en ciertos indicadores —como la desaceleración de la inflación o el orden fiscal— frente al creciente malestar social generado por el ajuste, la recesión y el impacto de las políticas de shock. El presidente sostiene que “el esfuerzo valdrá la pena”, pero los efectos negativos en sectores vulnerables y clases medias se han vuelto difíciles de disimular.
Otro reto fundamental es la gobernabilidad. Al no contar con mayoría en el Congreso, Milei ha debido negociar con sectores de la oposición dialoguista y recurrir al apoyo de los gobernadores para avanzar con su “Ley Bases” y otras reformas estructurales. Sin embargo, las tensiones con el poder legislativo, los sindicatos y algunos actores del poder judicial siguen marcando el pulso de su gestión.
Además, la interna dentro de La Libertad Avanza y su alianza con sectores del PRO plantean interrogantes sobre la construcción política de un espacio que aún busca consolidarse como fuerza de gobierno a largo plazo.
Las elecciones del 26 de octubre, que renovarán parte del Congreso y algunas gobernaciones, serán el primer test electoral directo para Milei desde su triunfo presidencial. El resultado marcará el nivel de apoyo a su gestión y definirá su capacidad de acción en la segunda parte de su mandato. Una buena performance podría consolidar su liderazgo y fortalecer su margen de maniobra política. En cambio, una mala elección podría traducirse en un Congreso más adverso y un escenario de mayor conflictividad.
Mientras tanto, Milei sigue apostando a su discurso confrontativo y directo, que lo mantiene conectado con su núcleo duro de seguidores. Sin embargo, algunos analistas advierten que la narrativa del “enemigo interno” y la polarización constante podrían perder eficacia frente a la realidad cotidiana de muchos argentinos.
En síntesis, Javier Milei se juega más que una elección el próximo 26 de octubre: pone en juego la viabilidad de su modelo político y económico, su capacidad de liderazgo y el respaldo popular que necesita para sostener su ambicioso plan de transformación del país.