Por primera vez en más de dos décadas de protagonismo público, Elisa “Lilita” Carrió parece haber quedado al margen del centro de la escena política nacional. Fundadora de la Coalición Cívica y figura clave en el armado de Juntos por el Cambio, su voz —antes influyente y temida— hoy parece diluirse en un escenario donde nuevas figuras marcan el pulso de la oposición.
Históricamente disruptiva, Carrió supo construir un perfil de denuncia implacable contra la corrupción, tanto durante el kirchnerismo como en gobiernos propios. Su estilo frontal le granjeó enemigos y aliados, pero también le permitió mantenerse como una dirigente con peso moral incluso cuando no ocupaba cargos. Sin embargo, ese capital parece haberse erosionado con el tiempo, y hoy su figura muestra signos de desgaste.
La Coalición Cívica, el partido que ella lideró durante años, enfrenta un proceso de dispersión. Muchos de sus referentes —como Maximiliano Ferraro o Mariana Zuvic— mantienen cierta presencia, pero sin el protagonismo de antaño. La elección de 2023 dejó al espacio con representación menguada y sin capacidad de incidir en la agenda nacional, mientras que Carrió no fue candidata ni tuvo peso determinante en la interna opositora.
En este nuevo escenario, su voz parece cada vez más lejana. Mientras figuras como Patricia Bullrich, Javier Milei, Martín Lousteau y hasta referentes del PRO bonaerense dominan el debate público, las apariciones de Carrió se reducen a mensajes en redes sociales o declaraciones esporádicas con escaso eco político. Incluso su estilo de denuncia, antes disruptivo, ahora parece parte del paisaje político habitual.
Otro dato clave: su ruptura con sectores del PRO durante el gobierno de Mauricio Macri, las tensiones con Horacio Rodríguez Larreta, y sus críticas a la “derechización” de Juntos por el Cambio la dejaron sin alianzas sólidas. Muchos analistas coinciden en que Carrió quedó encerrada en una posición testimonial, sin base territorial ni influencia electoral real.
En paralelo, el ascenso del discurso libertario también la desplazó: donde antes su prédica ética interpelaba al votante de clase media desencantado, hoy ese electorado se muestra más seducido por las propuestas radicales de Milei, que promete una ruptura total con el sistema político.
¿Es este su ocaso definitivo? Sería apresurado afirmarlo. Carrió ha demostrado en varias ocasiones su capacidad de resurgir en momentos inesperados, y su inteligencia política le permite seguir siendo una voz que incomoda. Pero el escenario actual no le es favorable: sin cargos, sin un partido vigoroso y sin espacio claro en el nuevo mapa opositor, Elisa Carrió atraviesa, sin dudas, el momento de menor relevancia política desde su irrupción pública.
El tiempo dirá si se trata de un repliegue estratégico o de su despedida definitiva de la política de primera línea. Por ahora, el silencio parece haber reemplazado a su histórica verborragia. Y eso, en alguien como Carrió, es mucho decir.